
La traducción técnica presenta problemas específicos de muy distinta índole.
Estos días he estado trabajando en un proyecto de traducción que me ha dado algún que otro quebradero de cabeza. El proceso ha sido laborioso, pero ha merecido la pena y el resultado final ha sido muy bueno. Este proyecto podría ser representativo de algunos de los problemas que presentan ciertos textos técnicos y las soluciones que un traductor profesional puede aportar. Veamos algunos.
Problemas de redacción
El redactor de un texto técnico no tiene por qué ser un lingüista. De hecho, en ocasiones ni siquiera redacta en su idioma materno. Además, todos los que escribimos sabemos que no siempre es fácil expresar lo que tenemos en la cabeza.
El objetivo de un texto técnico es comunicar la información de la forma más clara y sencilla. Mientras que, en un texto literario, el autor puede “saltarse” las normas o manipular la lengua como marca de estilo o con afán innovador, en los textos técnicos esto no sucede. Si un texto no se entiende a la primera, algo falla.
Si, además, el espacio físico para el texto está limitado o se necesita sintetizar la información, las posibilidades de que el texto sea difícil de comprender se multiplican, como puede verse en el siguiente ejemplo.
Cuando estos problemas se repiten, el texto original puede terminar resultando poco claro, farragoso o incómodo de leer. Esto es especialmente problemático si el texto redactado por un experto se dirige a un usuario final no entendido.
En mi opinión, lo mejor es avisar al cliente para que, si lo desea, pueda corregir o mejorar el original. Y, si el cliente no tiene inconveniente, debemos clarificar o corregir el texto problemático en nuestra traducción, facilitándole las cosas al lector del texto traducido.
Problemas de puntuación
Como ya he dicho, con cierta frecuencia tenemos que traducir textos redactados por personas que no son necesariamente profesionales de la lengua: técnicos, ingenieros, investigadores, inversores, etc.
Me atrevería a decir que lo que menos le preocupa al autor de un texto técnico es si hay un punto y coma de más (como en el ejemplo) o si la puntuación de las listas con viñetas es coherente a lo largo de un manual de cien páginas.
Sin embargo, sí es trabajo nuestro comprobar su uso adecuado y homogéneo a lo largo de nuestra traducción. Una vez más, mi recomendación es avisar al cliente de los errores o incoherencias y corregirlos de acuerdo con la norma de nuestra lengua.
Problemas de maquetación
Imaginemos un plano o un diagrama de cableado, por ejemplo. En este tipo de documentos, los textos suelen dividirse en varias filas.
Al traducirlos, deberemos procurar que el orden de los elementos sea el correcto en nuestra lengua. Para ello, si trabajamos con herramientas TAO, tendremos que traducir los elementos en el orden en que aparecerán en el documento (sin guardarlos en la memoria, para no alimentarla con traduccciones erróneas).
Como alternativa, podemos alimentar la memoria con las traducciones correctas y, durante la fase de maquetación, reordenar los elementos directamente en el documento. Sin embargo, la labor de maquetación suele llevarse a cabo aparte, por lo que tendríamos que asegurarnos de que la persona que la realice sepa que tiene que mover los cuadros de texto y en qué orden.
Y pensemos que esa persona ni siquiera tiene por qué hablar nuestro idioma…
La importancia de la comunicación
Hagamos lo que hagamos, para que todo funcione, la comunicación con el cliente debe ser lo más fluida y cómoda posible.
Cada una de estas pequeñas decisiones interrumpe nuestro ritmo de trabajo, por lo que se deben solucionar cuanto antes y lo más rápido posible. En ocasiones hay que preguntar, recibir la respuesta, comprobar la respuesta, avisar si plantea nuevos problemas, etc.

Esta es una respuesta de un cliente que contenía errores, de los que hubo que avisarle también.
Todo lo que quede resuelto en la fase de traducción no nos perseguirá durante la fase de corrección, de maquetación o incluso durante la revisión final por parte del cliente.
Conclusión
Como hemos visto, las dificultades de los textos técnicos no se limitan a la complejidad del tema o a la terminología. También puede haber problemas de redacción, de puntuación o de maquetación que debemos ser capaces de detectar, notificar, negociar y resolver. Para ello es fundamental disfrutar de una comunicación fluida con el cliente.
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